
Una tinieblas que prometen y a veces amenazan abrirse. Y es difícil creer que quien recorre tal camino no se vea acometido por el tempor y un temblor casi paralizantes. Es la luz de un viaje más bien extrahumano, que el hombre emprendía asomándose al lado dé allá, a ese lado al cual se supuso, cada vez con mayor ligereza, que sólo se asoman los místicos. Es la luz que se vislumbra y la luz que acecha, la luz que hiere. La luz que acecha en la inmensidad de un horizonte donde perderse parece inevitable, y que hiere con un rayo que despierta más allá de lo sostenible, llamando a la completa vigilia, ésa donde la mente se incendiaría toda.
(María Zambrano)

No importa que se abran las tinieblas ni que la oscuridad amenace con ocultar a mis ojos el camino. No lo hago con la vista, lo hago con los sentidos, guiado por esa luz que rompe toda tiniebla, que vence a la oscuridad, por muy profunda que sea. Porque esa luz eres tu que me guía hacia tu encuentro. Por eso avanzo sin miedo, con la seguridad de la mano amiga, etérea pero real entre las mías, y avanzo, avanzo.
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