
Hubo un tiempo... ¿recuerdas? su memoria
Vivirá en nuestro pecho eternamente...
Ambos sentimos un cariño ardiente;
El mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.
¡Ay! desde el día en que por vez primera
Eterno amor mi labio te ha jurado,
Y pesares mi vida han desgarrado,
Pesares que no puedes tú sufrir;
Desde entonces el triste pensamiento
De tu olvido falaz en mi agonía:
Olvido de un amor todo armonía,
Fugitivo en su yerto corazón.
Y sin embargo, celestial consuelo
Llega a inundar mi espíritu agobiado,
Hoy que tu dulce voz ha despertado
Recuerdos, ¡ay! de un tiempo que pasó.
Aunque jamás tu corazón de hielo
Palpite en mi presencia estremecido,
Me es grato recordar que no has podido
Nunca olvidar nuestro primer amor.
Y si pretendes con tenaz empeño
Seguir indiferente tu camino...
Obedece la voz de tu destino
Que odiarme puedes; olvidarme, no.
(Lord Byron)

¿Odiarme? no, jamás, aunque quizás consuele a alguno el trueque del no olvido por el odio, a mi no. Prefiero tu olvido a tu odio, porque nunca me odiaste, nunca te odié, antes bién, al contrario, en mi marcha por la vida siempre estuvo tu imagen persiguiéndome, como si en sueños provocados volaras a mi lado, y cuando tu no volabas lo hacía yo, consciente de donde iba, donde dirigía mis pasos y el recibimiento que me esperaba al llegar y encontrarte la más bella, como siempre.
Quizás ese soplo de aire fresco me hizo llegar tan lejos, tan vivido y sin embargo tan al principio de todo, por tí, tan presente en cada momento, en una mirada furtiva, en el brote de una planta, en el fugaz movimiento de una estrella o el traslado delicado de las nubes empujadas por la suave brisa, como me empujan los recuerdos hacia ti, delicada y silenciosamente, con nocturnidad y el afán de encontrarte como única mochila.
Que recordarme puedes; odiarme, no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario