
(Fernando Pessoa)

Y asi pasa el tiempo, mientras en la silla nadie se sienta salvo cuando yo la veo en mis sueños, aun despierto. Pero no solamente en la silla mantenemos conversaciones en las que su espiritu, encarnamiento etereo en mi pensamiento, acompaña al rocío en la mañana después del duerme vela en la que su figura resalta entre las las flores que el otoño roba a la primavera y guarda para resaltar más los colores en sus doradas tardes, reflejo de su cabello al caer asomándose al bello tapizado de hojas muertas en el frío y duro suelo de noviembre.
Ella, la que conduce mis sentidos hacia nuevas experiencias, en las que la tierna capa del musgo abraza tiernamente al roble, mientras el buho, curioso, observa con sus grandes ojos las manos entrelazadas con las que intentamos detener la fuerza de los granos de arena atraidos por la gravedad al encuentro con sus hermanos, y entre todos deshaciendo el sueño eterno de mi vida.
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