
(Giovanni Quessep)

Tal vez ya lo entiendas y estas palabras no hicieran falta. Quizás ni tan siquiera leas algún día estás letras encadenadas una tras otra mostrando tan dentro de mi que a veces me sonrojo al pensar lo desnudo que me quedo ante todos, pero me es igual, porque llevo años dándote lo que nadie quiere, lo que nadie aprecia, la sencillez hermosa de una pequeña flor azul que se cruza en mi camino, la sonrisa que le mando al que en la mañana encuentro poniendo un café que casi siempre dejo a la mitad, el gracias por nada y por todo que a menudo sale de mis labios presionados por el corazón. La alegría de ver brotar nuevos capullos entre el cesped del parque de pequeñas margaritas que saludan a la ciudad agotada. El admirable desfile de la procesionaria entre los pinos del jardín, marciales orugas exploradoras entre hojas de pino secas. Te entrego los diamantes que forman las nubes en el cielo cunado aparecen ocultando al tímido sol de otoño, la sombra de la estatua reflejando la decadencia de un rey, no importa el nombre, en el centro de la Plaza, y mis manos entre las tuyas como regalo mutuo de comprensión. Quizás por eso mi escritura no es piedra de luz, no es gema, no es diamante, es tan solo reflejo de mi, de la entrega, la pasión por tí, por lo que eres, por lo que encierras. Quizás tan solo sea mi escritura algo tan efímero como la vida de la mariposa, sin llegar ni de lejos a su belleza, pero si tan intensa que disfruta en su ignorancia por la proximidad de la parca de todos y cada uno de los colores con que la naturaleza premia, y se conforma, sin oro, sin perlas, sin gemas. Tan solo espacio para vivir y colores para posarse. Tu eres mi espacio, tu mi color, tu eres mi gema.
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