
Presencia de una lágrima;
Todos los silencios de la tierra
Son pétalos de tu flor.
Sopla en la sombra tu polen,
Alma llorando, casi sin ruido,
Miel de una boca profunda
Que al besar la noche fluye.
Y si tus lentas cadencias
Son el pulso de las tardes de verano
Convéncenos que el cielo baila
Porque un ciego cantó.
(Marguerite Yourcenar)

Ya llegan negros tules que medio velando el sentimiento conduce de nuevo al comienzo de la rutinaria condena, dejando tan solo retazos, en la obligación del día, de tu esencia, de tu persona. Enmascarados, ocultos, clandestinos de nuevo. Esperando un destello, una fulminante ocasión para, fenix entre otros, reforzados emerger venciendo nieblas de falsos olvidos, pues no son tales, sino temporales e impuestas ausencias del nocturno encuentro, o fatalmente interrumpidos gozos de sueño.
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