
la ventana, y la calle indiferente
roba entre su luz y sus rumores
mi presencia infrecuente entre las hojas.
Este moverme... en días totalmente
fuera del tiempo que parecía consagrado
a mí, sin regresos ni paradas,
espacio lleno todo de mi estado,
casi prolongación de la existencia
mía, de mi calor, del cuerpo mío...
y se ha truncado... Estoy en otro tiempo,
un tiempo que dispone sus mañanas
en esta calle que yo miro, ignoto,
en esta gente fruto de otra historia
(Pier Paolo Passolini)

Y si alguien desde fuera se fijara en nuestro mundo , ¿no vería un pequeño escenario en el que todas las piezas encajan y son necesarias? Mi mundo sería tu mundo, mi hora sería tu hora, y los mismos colores de la aurora y el ocaso se fundirían en uno, con matices a lo largo de la escena. Y seríamos todos precisos, sin poder faltar ninguno, pues todos seriamos parte de la trama, ¿pensada por alguien? ¿ideada por alguien? Conozco a uno que dice que la casualidad es cuando Dios no quiere firmar sus acciones, prefiere el anonimato, pero de ser un Dios, que capacidad de adecuar el guión a cada uno para que tardemos en comprender que tu vida y la mía, y el paso de aquel perro junto al piar del pollo de golondrina en el nido están ya programados para que todos juntos conformen lo que pensamos mundo.
Quizás bajo los adoquines no esté la playa pero si la madera del piso del escenario en el que nos toca interpretar diferentes papeles no elegidos, ¿o si?, hasta que no se sabe muy bien quien, poniendose en pie aplaude dando final al papel de cada uno, ¿o somos nosotros mismos los que tenemos la capacidad sin saberlo de aplaudirnos o abuchearnos por nuestra propia actuación?
No se, pero el pensar que ese alguien que mirara desde fuera nos vería a ti y a mi al mismo tiempo en la misma escena, me acerca aun más a tu presencia, levantándome y aplaudiendo al fenomenal guionista que escribió nuestros papeles, ¿o fuimos nosotros?
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