
Luchadora que nunca, ni en la derrota, se sintió vencida, derrotada.Mujer valiente, persona valiosa para los que amamos la vida por encima de todo.
Ni el mismo Miguel Hernández pudo resistirse al ejemplo de una chica, una niña de diecisiete años defensora de la libertad, y le dedicó uno de sus mejores poemas.

¿Perder una mano? ¿Y que es una mano cuando queda todo el resto del cuerpo para obedecer el mandato de la mente que obliga a continuar adelante en pos de la victoria del pueblo sobre los fascistas asesinos? Que coraje, que fuerza la de esa mujer, Rosario Dinamitera, por continuar la lucha, por no rendirse ni cuando los políticos que mandaban entregaron al pueblo a manos del golpista criminal.
Ni los años de cárcel, ni la orden de destierro, pudieron doblegarla. Volvió a Madrid, a buscar a su hija, con la dignidad que nunca la abandonó. Vendió tabaco ilegal en las calles madrileñas, y salió adelante, sin bajar la cabeza, con la mirada limpia del luchador honesto, del pensamiento claro y seguro.

Hoy la jarra de cerveza fría va por ti, Rosario Dinamitera, compañera para siempre. Salud y República, Rosario, Salud y República.
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