
Hoy es domingo, y en la taberna no hay un solo sitio libre. Siempre pasa lo mismo, llega el domingo por la tarde y la taberna se llena, como preparatorio del laboral día de mañana.
Encima está lloviendo, (no ha parado en todo el fin de semana), con lo que los habituales parroquianos nos vemos invadidos por gentes discutiendo sobre si el árbitro del partido de ayer estaba comprado o sobre si el Español pudo haber ganado al Barsa.
Mirando sus caras comprendo que su vida se reduce a éso, a trabajar durante la semana, salida con la "parienta" en sábado por la noche después de ver el partido en casa acompañado de la caja de botellines y la tarde del domingo, después de una siesta que siguió al pollo asado habitual de los días de fiesta, al Mono Rojo a echar la partida o hablar de fútbol.
Sonrío al comprender lo que se pierden, de lo que ni siquiera sospechan su existencia, de la vida recortada e incompleta que desperdiciaran echando, si alguna vez alguien se lo reprocha, la culpa al dinero, a la necesidad del "curro" que no les deja tiempo para nada más. ¡¡como si un paseo tranquilo por el parque o un poco más allá, por el campo costara algo más que voluntad de salir!!
En fin, es la vida que eligen para ellos, la que les gusta vivir acostumbrados a la materialización de todos los sentimientos en el fallo del portero o en la subida de la caña de cerveza y del gasoil.
Sin problemas de otro tipo, digamos, menos primarios y más, si me permiten, humanos.