ACERCATE Y SIENTATE UN RATO, ESTÁS EN LA TABERNA DEL MONO ROJO, AQUÍ TODA ILUSION ES POSIBLE.

ACERCATE Y SIENTATE UN RATO, ESTÁS EN LA TABERNA DEL MONO ROJO, AQUÍ TODA ILUSION ES POSIBLE.
Casi sin pensarlo nos fuimos sentando, uno tras otro, en torno a la chasca que encendió el Cipri, y asi pasamos la noche, escuchando las historias que alguien, no se quien, cualquiera que fuese, narraba despacito, creando un entorno de magia y misterio del que no queríamos salir.

QUE LA POESIA NOS SALVE DEL MUNDO

QUE LA POESIA NOS SALVE DEL MUNDO
LO IMPOSIBLE SOLO EXISTE EN TU VIDA

domingo, 12 de diciembre de 2010

...ESE RESPLANDOR QUE ME EMBRUJA, QUE ME HECHIZA, Y AL QUE ADICTO, ME ABANDONO...


Asomando a la noche
en la terraza
de un rascacielos altísimo y amargo
pude tocar la bóveda nocturna
y en un acto de amor extraordinario
me apoderé de una celeste estrella.

Negra estaba la noche
y yo me deslizaba
por la calle
con la estrella robada en el bolsillo.
De cristal tembloroso
parecía
y era
de pronto
como si llevara
un paquete de hielo
o una espada de arcángel en el cinto.

La guardé
temeroso
debajo de la cama
para que no la descubriera nadie,
pero su luz
atravesó
primero
la lana del colchón,
luego
las tejas,
el techo de mi casa.

Incómodos
se hicieron
para mí
los más privados menesteres.

Siempre con esa luz
de astral acetileno
que palpitaba como si quisiera
regresar a la noche,
yo no podía
preocuparme de todos
mis deberes
y así fue que olvidé pagar mis cuentas
y me quedé sin pan ni provisiones.

Mientras tanto, en la calle,
se amotinaban
transeúntes, mundanos
vendedores
atraídos sin duda
por el fulgor insólito
que veían salir de mi ventana.

Entonces
recogí
otra vez mi estrella,
con cuidado
la envolví en mi pañuelo
y enmascarado entre la muchedumbre
pude pasar sin ser reconocido.
Me dirigí al oeste,
al río Verde,
que allí bajo los sauces
es sereno.

Tomé la estrella de la noche fría
y suavemente
la eché sobre las aguas.

Y no me sorprendió
que se alejara
como un pez insoluble
moviendo
en la noche del río
su cuerpo de diamante.

(Pablo Neruda).



Escondí bajo la cama, yo también, no una estrella, pero sí tu imagen, tu recuerdo, y al igual que al ladrón de estrellas, el resplandor atravesó incluso mi alma, me llenó de tu luz y desde entonces todo es de colores con la ausencia del hijo del blanco y negro, el gris, ese peligroso gris que acecha detrás de cada folio, de cada palabra, al poeta.

He de reconocer que en ocasiones llama a la puerta de la habitación pidiendo paso, pero siempre acudes, rauda, veloz, a cerrar la puerta y llenar la sala con tu risa, con la luz de tu persona. Y me hace egoista, porque egoista es el que ama, y aún sabiendo que, guardada, privo a otros de tu luz, nunca dejaré que te deslices suave y lenta por el cauce, celoso del calor de tu presencia en mis sueños mñás intensos, insolidario con el resto por ese resplandor que me embruja, que me hechiza, y al que adicto, me abandono cada día, cada momento.

jueves, 9 de diciembre de 2010

...MI ALMA EN FOTOGRAFÍAS Y AZUCENAS...



Federico García Lorca: Pequeño Vals Vienés

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.


¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.


Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.


Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.


¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.


En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.


¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.


Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.


¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".


En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.


Con el paso de los años mi alma se va quedando entre fotografías y cartas, entre escritos y poemas que desgranan el camino que siempre recorrí con una sonrisa hacia fuera, quizás con el único arrepentimiento de aquellas cosas que dejé por hacer y que a estas alturas quizás nunca haré ya.

La vida no es como un tango como dicen, triste, trágico; la vida es más como un vals, con sus giros y vueltas agarrado a tu mano, abandonado a su loco torbellino de pasión entre gasas y tules del vuelo de un vestido en el aire, abrazando los largos y acompasados pasos a lo largo del salón, en círculos cerrados y repetitivos, encerrando los sentidos al cerrar los ojos adivinando tu sonrisa mientras giras, conteniendo la risa alegre que resuena aún en mis oidos mientras miro tu fotografía, pequeña porción de mi alma, presa entre el color sepia del papel.

Y cuando sereno, con los párpados cubriendo mis ojos, en la noche, imagino "ovejas y lirios de nieve por el silencio oscuro de tu frente...y en las ondas oscuras de tu andar, quiero, amor mío, amor mío, dejar, violín y sepulcro, las cintas del vals."