ACERCATE Y SIENTATE UN RATO, ESTÁS EN LA TABERNA DEL MONO ROJO, AQUÍ TODA ILUSION ES POSIBLE.

ACERCATE Y SIENTATE UN RATO, ESTÁS EN LA TABERNA DEL MONO ROJO, AQUÍ TODA ILUSION ES POSIBLE.
Casi sin pensarlo nos fuimos sentando, uno tras otro, en torno a la chasca que encendió el Cipri, y asi pasamos la noche, escuchando las historias que alguien, no se quien, cualquiera que fuese, narraba despacito, creando un entorno de magia y misterio del que no queríamos salir.

QUE LA POESIA NOS SALVE DEL MUNDO

QUE LA POESIA NOS SALVE DEL MUNDO
LO IMPOSIBLE SOLO EXISTE EN TU VIDA

domingo, 2 de diciembre de 2012

AHORA MAREPI Y EL CIPRI ME MIRAN Y SONRÍEN. ELLOS SABEN EL MOTIVO



Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.

(Jorge Guillén)





Allí estabas por fín, sentada en la Taberna, esperando que dieran las seis, y allí estaba yo también, nervioso, con la ilusión acumulada de años que apagaba ese miedo interno del que te diría, cuales serían mis primeras palabras, como tu reacción, como la mía.

Con una sonrisa el Cipri nos miraba desde la barra, como si supiera desde siempre que esto ocurriría, y a su lado Marepi, riendo, mirándonos mientras nosotros sin ver a nadie, solo a nosotros, atrapado por tu voz, que difuminaba mi sentimiento de culpa compartiendo generosa el generador de la distancia en estos años.

Tu voz, de nuevo tu voz en mis oidos, penetrando hasta lo más íntimo, llegando al corazón y grabando en él de nuevo las palabras de un te quiero que agarraron al instante sus raices en el campo abonado de mi amor siempre presente por tí.

Nueva cita, nueva sensación la de compartir mesa contigo en esta Taberna en la que bebí durante tanto tiempo mi soledad mientras pensaba en lo que harías, en donde estarías, en si pensabas en mi, en si el sentimiento era mutuo.

Era así, compartido, durante años que pesaban como siglos y que ahora es como si ayer fuera la última vez que nuestras manos se rozaron, se tocaron, se estrecharon. Escuchaba tu voz por el teléfono y me parecía estar a tu lado, sentados de nuevo en esa valla del instituto que hace años despareció, apoyados en su verja nuestra espalda mientras nuestros dedos jugueteaban con las manos enlazadas y tu, vergonzosa, escondias la cara en mi hombro si alguien se acercaba.

Tus palabras, tu voz, caricia dulce, esperada y deseada como nada. Ahora anhelo la próxima ocasión, cercana, muy cercana pero sentida lejana, egoista que soy al escuchar todavía como me hablabas, y ya se me hace tarde el volver a sentirte, a escuchar que nunca me olvidaste, que como yo al levantarme pienso cada día en ti, tu has pensado en mi durante estos largos años de exílio físico, y sentir que la distancia no existe cuando se quiere que no exista, que hasta el tiempo se para para los amantes y que tan solo unas palabras, te quiero, recompensan las noches de recuerdos y cervezas en la Taberna del Mono Rojo en la soledad de una mesa.

Ahora Marepi y el Cipri me miran y sonríen. Ellos saben el motivo.