Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
( De mi amigo Antonio Machado, 1912)
El árbol seguía ahí, plantado en sus ideas, fijo, estoico, firme en sus planteamientos. De vez en cuando algún ave se posaba en alguna de sus ramas superiores, e incluso alguna quiso anidar entre ellas sin conseguirlo por sus largas y puntiagudas espinas.
Orgulloso en el prado, levantando su frondosa copa y sin consideración a las otras plantas que arriesgaban a crecer cerca de él y a las que asfixiaba al dejarlas sin agua, absorbida por su soberbia de creerse el Árbol.
Casi todas las noches recibía la ilusionada visita del viento del norte, que acariciando sus hojas le susurraba palabras de amor que el árbol hacía como no oidas. Pero el viento no cejaba en sus anhelos, y a la misma hora aproximada, enamorado, le recitaba poesías de esas que solo conocen los vientos y que aprenden en tierras lejanas recorridas por ellos en su travesía viajera.
Un día, el viento del norte le dijo que, al menos, relajara las ramas y se dejara mecer por sus caricias mientras el fru fru de las hojas al rozarse le cantaban hermosas tarántelas creadas para él.
Que no, dijo ofendido el árbol, que no me hables de amor, ni acaricies mis ramas, que me olvides y no vengas más.
El viento del norte se retiró triste, muy triste, y no volvió a soplar por esa zona, donde hoy, un árbol viejo, casi seco por la falta de nubes que la falta de viento no arrastra, altivo, mira al horizonte entre hojas tiesas y amarillas pensando soy el que soy y a nadie tengo que dar razones de lo que hago y pienso.
Y ahí sigue, solo, roto y sediento. Hay quien dice que algunas noches, cuando el sueño le vence, se le escucha dormido, entre dientes, el sonido de una tarantela producida por el fru fru perdido de las hojas que ya nunca mece el viento. Es tarde.
3 comentarios:
Solo paso a dejarte un bendecido Julio y un adiós a junio. Nunca pierdas la esperanza que vendrán tiempos mejores.
🤗
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