Me levanto de no sé qué guaridas,
fulmíneo, entre los dientes
una espada de filos amargos, una triste
espada que tú bien, mi pobre amor, conoces.
Son los días oscuros de la furia, las horas
del despiadado despertar, queriéndote
en medio de las lágrimas subidas
del más injusto y dulce desconsuelo.
Yo sé, mi amor, de dónde esas tinieblas
vienen a mí, ciñéndote, apretándome
hasta hacerlas caer sobre tus hombros
y doblarlos, deshechos como un río.
¿Qué quieres tú, si a veces, amor mío, así soy,
cuando en las imborrables piedras pasadas, ciego,
me destrozo y batallo por romperlas,
por verte libre y sola en la luz mía?
Vencido siempre, aniquilado siempre,
vuelvo a la calma, amor, a la serena
felicidad, hasta ese oscuro instante
en que de nuevo bajo a mis guaridas
para erguirme otra vez tu ángel de sombra.
(Rafael Alberti)
Cuantas noches, mientras galopaba a bordo del corcel que me llevaba hacia ese lugar del sur donde moras, me preguntaba que ocurriría si algún día no estabas allí, en mis sueños, en esos planos desconocidos, ignotos, por donde deambulan los soñadores conscientes de su búsqueda casi imposible de un momento de intimidad en el mundo de la noche eterna y profunda, donde reinan las preguntas y las respuestas mezcladas, sin orden alguno y a las que reunir en sintonia cuesta casi una vida entera navegando por esas oscuras aguas del profundo yo interior.
Cuantas veces me preguntaba que ocurriría si te encontraba fija y estática en esos planos, sin salida para ti, obligada a permanecer en ellos para la eternidad. ¿me quedaría contigo inmóvil en el mundo gris de la parca o saldría remontando a los colores de fuera, aún sabiendo que ya serían mate y no brillo al faltar tu presencia alentadora?
Hoy se que casi pasa, que pudo ocurrir que no te encontrara en mis viajes al otro lado del espejo, que me perdiera en espacios vacíos y yermos sin ver jamás la luz orientadora de tus ojos, ya fríos entre el oscuro gris profundo del vacío más intenso, más cruel y tortuoso.
Por suerte no fue así, y me sumerjo cada día a la conquista del camino al que me lleva el viento del dejarme ir para encontrarte y galopar juntos en el corcel de hilos de plata que nos une desde hace casi cuarenta años aunque quizás no llegues a saber nunca si fue tan solo un sueño o realmente galopaste en los sentidos despiertos en la paralisis del sueño agarrada a las crines del caballo.
2 comentarios:
Meditando tu respuesta te sigo leyendo. Gracias Gordi.
Gracias las tuyas, Flaquita. Bsss.
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