Me embriagué de aquel vino de miel
del capullo lunar de zarzarrosa,
que recogen las hadas en copas de jacinto:
los lirones, murciélagos y topos
duermen entre los muros o en la hierba,
en el patio desierto y triste del castillo;
cuando el vino derraman en la tierra de estío
o en medio del rocío se elevan sus vapores,
de alegría se colman sus venturosos sueños
y, dormidos, murmuran su alborozo; pues pocas
son las hadas que llevan tan nuevos esos cálices.
(Percy Bysshe Shelley)
Por que en mis sueños puede ocurrir de todo, desde pequeñas y mágicas hadas voladoras que nos sirvan del mejor hidromiel reservado para los más importantes y ocultos personajes del bosque encantado hasta que los sentimientos desborden la tierra de tal manera que la luna flote en ellos mientras nosotros permanecemos encaramados a un altísimo árbol de hojas plateadas aprovechando los reflejos de tu mirada para mirar en un espejo inventado lo que pudo haber sido la vida si no hubieramos impedido cumplir a la magia su misión.
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