ACERCATE Y SIENTATE UN RATO, ESTÁS EN LA TABERNA DEL MONO ROJO, AQUÍ TODA ILUSION ES POSIBLE.

ACERCATE Y SIENTATE UN RATO, ESTÁS EN LA TABERNA DEL MONO ROJO, AQUÍ TODA ILUSION ES POSIBLE.
Casi sin pensarlo nos fuimos sentando, uno tras otro, en torno a la chasca que encendió el Cipri, y asi pasamos la noche, escuchando las historias que alguien, no se quien, cualquiera que fuese, narraba despacito, creando un entorno de magia y misterio del que no queríamos salir.

QUE LA POESIA NOS SALVE DEL MUNDO

QUE LA POESIA NOS SALVE DEL MUNDO
LO IMPOSIBLE SOLO EXISTE EN TU VIDA

sábado, 21 de julio de 2012

TRISTE TOCINO RANCIO.



Me aburro.
Me aburro.
Me aburro.
¡Cómo en Roma me aburro!
Más que nunca me aburro.
Estoy muy aburrido.
¡Qué aburrido estoy!
Quiero decir de todas las maneras
lo aburrido que estoy.
Todos ven en mi cara mi gran aburrimiento.

Innegable, señor.
Es indisimulable.
¿Está usted aburrido?
Me parece que está usted aburrido.
Dígame, ¿adónde va tan aburrido?
¿Que usted va a las iglesias con ese aburrimiento?
No es posible, señor; que vaya a las iglesias
con ese aburrimiento.

¿Que a los museos –dice—siendo tan aburrido?
¿Quién no siente en mi andar lo aburrido que estoy?
¡Qué aire de aburrimiento!
Lo aburrido que estoy.
Y sin embargo… ¡Oooh!
He pisado una caca…
Acabo de pisar --¡Santo Dios!—una caca…
Dicen que trae suerte el pisar una caca…
Que trae mucha suerte el pisar una caca…
¿Suerte, señores, suerte?
¿La suerte… la… la suerte?
Estoy pegado al suelo.
No puedo caminar.
Ahora sí que ya nunca volveré a caminar.
Me aburro, ay, me aburro.
Más que nunca me aburro.
Muero de aburrimiento.
No hablo más…
Me morí.

(Rafael Alberti)




Era rancio el hombre, muy rancio. Entraba en la taberna del Mono Rojo y era como si una nube de tristeza invadiera el ambiente de la sala... Hasta la vieja máquina de música que el Cipri conservaba desde años, si la hubieran dejado, hubiera empezado a reproducir la Marcha Fúnebre a su paso. Y es que era triste, triste como él solo. Triste y rancio, muy rancio, rancio como solo podía llegara a serlo el tocino abandonado y olvidado en una alacena de la despensa de un comedor monacal en los Balcanes.

Nunca nadie le vió sonreir; si acaso alguna mueca que podría ser tomada como una sonrisa pero que asemejaba más a un "bueno, vale, si es así yo me resigno". Triste, tocino y rancio. Una pena de tipo que, como es natural, siempre andaba solo, nadie se sentaba a su lado, nadie le dirigía la palabra. Tal vez un "ehhhhh, ¿que tal?, al que él respondía con un "pschissssss, tirando". ¿Tirando que? porque alegrías ni una, lo que tiraba por tierra era las ganas de divertirse de los demás, de pasarlo bién tirando penas, aburrido, a su paso.

Con decirles que hasta los que jugaban a los dardos en ocasiones le apuntaban con ganas de clavarle uno para ver si por las venas le corría la sangre que a todos nos corre, aunque se contenían ante el miedo que al abrirle una herida se expandiera una epidemia de tristeza.

Triste, muy triste el rancio. Dicen que amargó a su mujer hasta el punto que de aburrimiento ella se sacó el doctorado en derecho, en filosofía pura, en filología inglesa y en un intento de salir de esa tristeza marital, hasta se doctoró en medicina, aprobando incluso el MIR, aunque luego no ejerció contagiada por esa bulería de marido que tenía.

Hasta el Cipri le reserva su jarra de cerveza con un lazo negro en su asa, negro de luto, para evitar que otro cliente se contagie de esa tristeza aburrida del rancio y triste personaje al beber de la misma jarra..

Una pena, cuando él entra yo salgo; casi prefiero no encontrármelo y una vez en la puerta miro por si acaso su mujer, la que de puro aburrimiento se sacó tantos doctorados y carreras viene a buscarle, porque eso sí, el tipo tiene suerte, la mujer una princesa, pero él, triste y rancio tocino. "no da pa´más"

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