a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
-envejecer, morir, eran tan sólo
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.Que equivocado Jaime Gil en éste, uno de sus poemas póstumos, que error marcharse al otro lado con la sensación de fracaso, de no haber encontrado sentido a la vida en este maravillosos lugar. Los errores dieron paso a nuevos e inesperados aciertos, en los que a cada segundo una nueva flor se abría, y el futuro, largo o corto, que más dá, promete un jardín de colores antesala del nuevo mundo al que viajaremos sin prisas, con las manos en los bolsillos y silbando esa canción que empezamos cuando por primera vez abrimos los ojos deslumbrados por la bienvenida familiar.
Curioso como siempre cruzaré el umbral, deteniéndome en cada paso admirando el nuevo sitio por el que comienzo la aventura de la continuidad. No habrá temores ni prisas, quizás algun reproche, pequeño, por haber dejado de cometer algún exceso de los que la vida me ofrecía, pero con la promesa de, cuando cruce en la barca, volver a apurar cada instante por si no se repitiera.
No es verdad desagradable descubrir que parte del argumento de la obra es envejecer. Es el triunfo final, el premio de llegada convertido en cinta de salida hacia nuevos y deslumbrantes caminos por conocer. Es el haber cumplido una etapa, no resistiendo, disfrutando de lo que nos ofrece a nuestro alrededor la semilla ardiente de la vida, mirando para atrás no con envidia ni rencores, sino con el convencimiento de haber cumplido con mi parte de la obra, haber salido del guión e improvisado la historia que no es otra que la mía, la que he querido, con la que he disfrutado hasta el fin del capitulo. Cuando empiece la segunda parte, descansado y ansioso por comenzar de nuevo, daré gracias a todo, a la pequeña brizna de hierba que me prestó su frescor, a la solitaria flor del cardo que me contó que las espinas solo protegen la hermosura, a la nube que con su gris cambió la tonalidad de la tarde para que disfrutara de un nuevo espectáculo, al amor que nunca dejé de sentir, a los brotes que de mi salieron y alegraron mis días, al mundo que siempre, cada amanecer me ofrecía nuevas sensaciones y cada atardecer nuevas vivencias en sueños imposibles pero vividos intensos en el calor de los vuelos.
Y no, al llegar a la puerta no quiero aplausos. Tan solo el mío dedicado a quien tanto me ofreció y a quien tanto apuré. la vida, mi vida, que por supuesto, guardará nuevos poemas que mostrarme, nuevas gotas de rocío que me alivien, nuevos campos, nuevas flores.
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